Introducción, nudo y desenlace

“Los Bravú” podría ser el nombre de una raza de criaturas bicéfalas mitológicas, y hay algo más que metáfora desaforada en esa posibilidad. Desde la perspectiva que les dan sus casi cuatro metros de altura y sus otros tantos ojos, elaboran pequeñas historias de una página que se deslizan sin hacer mucho ruido desde los chistes autoindulgentes hasta breves historias del mundo, y lo hacen con los mismos modos e intenciones que los antiguos pintores de retablos medievales. Los Bravú instruyen deleitando, y en las trazas de sí mismos que dejan entrever los brochazos que imprimen con ceño fruncido percibimos que también ellos se deleitan descubriendo distintas maneras de contar. Cada una de las páginas de Introducción, nudo y desenlace es un universo de principio a fin con sus particulares puntos cardinales y sus propias leyes físicas, cromáticas y etiológicas. Los Bravú van brincando de uno a otro como sedientos canguros de casi cuatro metros de altura y otros tantos ojos que agotan una fuente y, no habiendo saciado aún su sed, necesitan llegarse y apurar otra, y otra. Nos acomodamos en su marsupio, sacamos la cabeza hasta la nariz y los acompañamos en su viaje, rebosantes de gozo y simpatía al comprobar que se sorprenden tanto como nosotros ante cada una de las pequeñas narraciones ilustradas que brotan de sus manos.